Un estudio recién publicado sugiere que el “escudo protector” del océano Atlántico contra los ciclones tropicales se está debilitando, lo que podría intensificar la actividad de tormentas y huracanes en esta zona, que incluye a Puerto Rico.
El estudio reportó que el calentamiento global podría aumentar la frecuencia de episodios consecutivos de La Niña, un fenómeno climático que está asociado con un aumento en la cantidad e intensidad de ciclones en el Atlántico.
Tan reciente como el pasado jueves, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés) elevó su pronóstico de la actual temporada de huracanes de “casi normal” a “por encima de lo normal”. La temporada de este año –2023– es la octava consecutiva en recibir dicha designación.
Los científicos de la NOAA señalaron que esta temporada se caracteriza por el choque entre dos fuerzas climáticas opuestas: el efecto intensificador del agua caliente del Atlántico y el efecto atenuante del fenómeno El Niño.
El Niño “tiende a debilitar los huracanes que nazcan, que se formen, en el Atlántico”, explicó Rafael Méndez Tejeda, climatólogo de la Universidad de Puerto Rico en Carolina. “Para nosotros, nos sirve de escudo protector”.
Según el nuevo estudio –publicado el 26 de julio en la revista Nature, con Fan Jia, de la Academia China de las Ciencias, como investigador principal–, la frecuencia de La Niña aumentará desproporcionadamente a El Niño a lo largo de este siglo, haciendo que menos temporadas futuras se beneficien del efecto debilitador de este último.
El estudio comparó las proyecciones de 20 modelos climáticos sobre la frecuencia de eventos consecutivos de La Niña, definidos como dos años seguidos o más del fenómeno. Quince de los 20 modelos pronostican un aumento de estos eventos en el siglo 21 en comparación con el siglo pasado. Entre 1900 y 1999, se promedió un evento consecutivo de La Niña cada 12 años. Para el período de 2000 a 2099, los modelos pronostican un promedio de uno cada nueve años.
El aumento es alarmante para Puerto Rico. “La Niña, evidentemente, nos va causar muchísimos problemas en nuestra región”, advirtió Méndez Tejeda, quien, además, integra el Comité de Expertos y Asesores sobre Cambio Climático creado por la Ley 33-2019.
El último evento multianual de La Niña ocurrió desde agosto de 2020 hasta marzo de 2023. Las correspondientes temporadas de huracanes en el Atlántico fueron algunas de las más activas registradas: 30 tormentas nombradas en 2020, 21 en 2021 y 14 en 2022. Durante estos años, Puerto Rico se vio afectado –directa e indirectamente– por huracanes como Teddy, Fiona y Nicole, además de varias tormentas tropicales.
Confluencia de factores
Durante El Niño, el agua en el océano Pacífico se calienta y se evapora, lo que da lugar a la formación de nubes y vientos cortantes que llegan al Atlántico y tienden a debilitar los huracanes. En contraste, durante La Niña, el agua en el Pacífico está más fría y no se produce el mismo nivel de evaporación. Esto lleva a una menor formación de nubes y vientos cortantes, lo que permite que “los huracanes que se puedan formar en el Atlántico se muevan libremente”, explicó Méndez Tejeda.
De hecho, las temperaturas del agua del Atlántico alcanzaron un récord este verano, dando energía a los ciclones tropicales.
“La temperatura de la superficie del mar de junio-julio en la principal región de desarrollo (de ciclones) del Atlántico fue la más cálida desde 1950, siendo 1.23 grados Celsius por encima de lo normal”, dijo Matthew Rosencrans, pronosticador principal de huracanes en el Centro de Predicciones Climáticas de la NOAA, durante la actualización del pasado jueves. Según Rosencrans, estas aguas cálidas probablemente contribuyeron a la formación de dos tormentas tropicales en el Atlántico en junio.
“El índice de calor –la energía acumulada– en el Atlántico es enorme”, coincidió Méndez Tejeda, al destacar que, cuando el agua se calienta tanto, aumenta la energía de los ciclones, lo que facilita, a su vez, que sean más destructivos en caso de tocar tierra.
Afortunadamente, indicó, en esta temporada, el calor extremo se ve contrarrestado por los vientos cortantes asociados con El Niño. A pesar de ello, la NOAA pronosticó que será activa.
Fenómeno antropogénico
Una fluctuación entre El Niño y La Niña es una parte normal del ciclo El Niño-Oscilación del Sur (ENOS). Lo que es anormal es la cantidad de episodios consecutivos de La Niña que los modelos climáticos del estudio pronostican. Los autores del estudio de la NOAA señalaron que tal incremento en la frecuencia está “sustantivamente fuera del rango de la variabilidad natural”. En otras palabras, el aumento “es antropogénico, es generado por el hombre”, indicó Méndez Tejeda.
Los autores observaron una correlación entre el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero (que contribuyen al calentamiento global) y la frecuencia de eventos consecutivos de La Niña. En una situación con pocas emisiones de gases de efecto invernadero, la frecuencia aumentó un 19%, mientras que, en escenarios de altas emisiones, aumentó un 33%.
Los modelos climáticos tienen limitaciones y es imposible pronosticar el clima futuro con certeza absoluta. Los fenómenos atmosféricos son complejos y el poder computacional es limitado.
Aun así, Méndez Tejeda, que no está afiliado al estudio recién publicado, dijo que el uso de 20 modelos climáticos diferentes provee credibilidad a las conclusiones. “Esta publicación tiene una base de datos excelente. Al usar más modelos, usa más variables y disminuye el margen de error”, aseveró el climatólogo.
Implicaciones para esta temporada
Después de tres años seguidos de La Niña, la actual temporada de huracanes –que finaliza el 30 de noviembre– está siendo influenciada por El Niño. Sin embargo, “yo no bajaría la guardia”, advirtió Méndez Tejeda.
En su actualización del jueves, la NOAA pronosticó el desarrollo de 6 a 11 huracanes, de los cuales 2 a 5 serían mayores (categoría 3 o más). El período de agosto a octubre suele ser el más activo de la temporada.
“Independientemente de la actividad general, les rogamos que se preparen para el pico de la temporada de huracanes, ya que una sola tormenta puede tener impactos catastróficos”, puntualizó, entretanto, Rosencrans.
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